Artsenal |
Mi árbol favorito
¿Será verdad que existes sobre el rojo planeta,
que, como yo, posees finas manos prehensiles,
boca para la risa, corazón de poeta,
y un alma administrada por los nervios sutiles?
Pero en tu mundo, acaso, ¿se yerguen las ciudades
como sepulcros tristes? ¿Las asoló la espada?
¿Ya todo ha sido dicho? ¿Con tu planeta añades
a la vasta Armonía otra copa vaciada?
Si eres como un terrestre, ¿qué podría importarme
que tu señal de vida bajara a visitarme?
Busco una estirpe nueva a través de la altura.
Cuerpos hermosos, dueños del secreto celeste
de la dicha lograda. Mas si el tuyo no es este,
si todo se repite, ¡calla, triste criatura!
Joey Guidone |
Para este otoño y este invierno, y...
Vuelta a empezar el ciclo de las consonantes, las cenizas y las plantas.
Presencial, online, como gustes. Está siendo tan fructífera esta nueva tanda de escritos, que hasta estoy tentada de llevar un termo con chocolate caliente para compartir. Del Bonilla, eso sí, que para eso me compré una tableta bien gruesa hace poco, y ya va siendo hora de estrenarla.
¡Os esperamos!
Ana Castro |
Se dice que el dolor inspira
pero tantas veces la escriturabusca algo más primario.
Algo urgente.
Tanto más vital y urgente
que el arte, que la poesía.
El arte no es nada al lado
de ese algo.
Lo que no se pudo
decir, cuando no es posible estar.
Más allá del tiempo y el espacio.
Desde que éramos chicas, me decías (prima).
No creías en la muerte.
Somos todo lo que recordamos,
nos canta Gabo Ferro.
Y es por ese recuerdo nuestro, Adriana,
que brillarás siempre en tu luz.
"Éste es su segundo bebé, tuvo un hijo, una vez. Me enteré en el Centro porque solía llamarlo a gritos por la noche, como las demás pero más ruidosamente. De modo que debería ser capaz de recordar esto, de recordar cómo es y qué ocurrirá. Pero ¿quién puede recordar el dolor una vez que éste ha desaparecido? Todo lo que queda de él es una sombra, ni siquiera en la mente o en la carne. El dolor deja una marca demasiado profunda para que se vea, una marca fuera del alcance de la vista y de la mente." Margaret Atwood El cuento de la criada
¿Anónimo? En una calle de Bilbao |
Cimavilla |
Claro que sigo pensando que viajar, realmente, es vivir como mínimo medio año o casi en una ciudad, pueblo o aldea. Pero desde esta perspectiva, sería prácticamente imposible conocer mucho mundo. Entonces, nos acercamos al problema, en el que solemos caer: Nos trasladamos a un lugar por menos tiempo con tal de pisarlo. Con muchísima suerte, unos cuantos meses, con una suerte moderada, un mes. Para luego ya con tal de movernos, irnos por unas semanas o unos días que terminan ocasionando más estrés que otra cosa.
Porque no siempre, para nuestra desgracia, contamos con proyectos y estadías pagadas cuando viajamos por trabajo. O no siempre nuestras amistades y familiares nos abren las puertas de su casa. Ojalá así fuera, pero no. Y cualquiera de nosotras termina durmiendo donde si pudiera, no dormiría: El hotel o habitación pagada, el Airbnb, el piso turístico... Intento evitarlos, pero cedo. Aunque tengo que reconocer con cierta vergüenza que hay una impersonalidad aséptica en la habitación de hotel que cada tanto necesito. Una limpieza esmerada y en teoría una especie de paz rara que mi cuerpo y mi cabeza me imploran. También la divina soledad monjil. Cuando la habitación es individual, obvio. Creo que tiene algo que ver con lo que me parece (invento, porque no tengo diagnóstico de esto) podría ser obsesión maníaco-compulsiva. De todos modos, esta costumbre no es algo que me enorgullezca, porque no me gusta lo que representa. Por eso, hace poco, y gracias a mi querida amiga Sílvia Font me hice couchsurfer. Es una plataforma interesante, la recomiendo.
Se trata de una buena alternativa a todo lo anterior. En mi caso, no obtuve estadía porque mi hipotético anfitrión no tenía sitio durante los días señalados. Pero hizo de guía de la mañana a la noche, con viaje incluido para mí y dos viajeros de Irán. Todo de forma gratuita. Y a lugares que de otra manera, hubiera sido imposible ir por lo inaccesible. Paisajes que de tan fascinantes, entran en la categoría del sueño o pesadilla de la buena.
La satisfacción de no tener que pagar para todo es inmensa. Estoy deseando que él venga a la Coru para cocinarle (es lo que le ofrecí en el trueque y aceptó de buena gana). Aunque, ¿cocinarle de la mañana a la noche? Bastante agotador. Quizá podría organizarlo así:
-Una mañana de compra conjunta en el mercado de la Plaza de Lugo.
-Cocina en casa a mi cargo, aunque él podría colaborar como pinche.
-Degustación de la comida y café.
-Invitación a cenar a un Furancho.
Todo a cuenta de la casa, que el trueque, es el trueque.
Joey Guidone |
Los cincuenta en mí, (no sé en vosotras, vosotres y vosotros), siento que han tocado una fibra
que permanecía muy escondida en alguna zona tabú de mi cuerpo. Será el efecto traumático o siendo más sutiles, "psicológico" del medio siglo, I dunno. Como que cada vez más, siento que gano libertad para decir y escribir lo que me sale de... Por suerte, en tiempos de enjambres digitales, siempre se podrá escribir. No Ray Loriga, lo vuelvo a decir, no tenías razón: Lo peor que le puede pasar a un escritor NO ES no ser escritor, porque están y estarán SIEMPRE las divinas plataformas y los blogs. Pero te disculpo, porque eso que largaste casi sin pensar fue antes de esta adictiva locura de pantallas. ¿Ni idea tenías de la que se nos venía encima verdad?
Nadie la tenía en aquello años Ray, nadie.
A lo que vamos, que ya que me peleo y pongo a caldo día sí día sí con/a editoriales, aunque luego, a veces, solo a veces, me retuerza del arrepentimiento, por suerte están mis adoradas siete gigantas para bancarme la cabeza. Y quiero decir, porque lo tengo que decir, que el otro día visualicé una entrevista a un escritor que me parece interesante pero cuyo nombre no voy a revelar (porque ya estoy metida en bastantes líos del estilo para cargarme con más), que dijo una Editorial de peso, (cuyo nombre tampoco escribiré, of course), le obligó a quitar toda la obra de su blog a condición de publicarla. Y él por supuesto, aceptó. Lo que más me llamó la atención no es el hecho en sí, sino que este autor de sobras lúcido, ni se lo cuestionara como algo como mínimo, sanguijuela y miserablemente poco solidario y eurista (ya no se dice pesetero, qué lástima, sonaba mejor). Llamadme lunática o lo que resulta mucho más suave: "utópica", pero a mí, si me hacen mandar a la dimensión desconocida, siendo in extremis poética con la descripción que el doloroso delete implica, mis textos más amados de su cuna original que es mi blog, más allá del tiempo y el espacio, de acceso LIBRE para cualquiera, en un mundo donde todo se monetiza, creo que entraría en coma del disgusto.
Y ojito, que no estoy diciendo que no lo haría, aunque por suerte y por ahora no haya tenido que hacerlo, que ya son 50 y es tiempo de cobrar bien por lo que aunque parezca extravagante, sí, señoros, es un trabajo como cualquier otro. Pese a que ese algo implique prostituirse. Que sí, que a eso te obligan la mayoría de las Editoriales, a prostituirte de las maneras más sofisticadas. ¿Cómo negarlo todavía a estas alturas? Podría dar unos cuantos ejemplos vividos en primera persona, pero lo dejo para otra entrada todavía más jugosa. Y aceptamos. Vaya si aceptamos. Pero luego no creamos que son solamente putas quienes lo hacen con el cuerpo. Que con el cerebro y el alma es mucho, pero que muchísimo peor...
Vincent Van Gogh |
eltarrodeideas.wordpress.com |
A pesar de ser un trabajo, no lo siento como tal. De todos los que he tenido (algunos empleos han sido en verdad muy extraños), puedo afirmar que llevar estos talleres lo vivo como una cotidianeidad necesaria. Será porque escribo mucho también, y dichos espacios compartidos con más gente afín, son una continuación de la escritura, como una extensión de mi propia piel.
A partir del 2020, y nuevamente en Galicia desde el 2018, decidí que quería seguir en ello. No creo que pueda dejar de acompañar a personas que aman la escritura y la lectura. Llevo esta pasión demasiado arraigada como para abandonarla definitivamente. Podrá haber descansos. Incluso largos. Pero nada más. Lo que voy, es añadiendo opciones. Ahora mismo por ejemplo, además de los típicos encuentros online/presencial, me apetece moverme hasta la ciudad peregrina... En honor a un proyecto peregrino hasta el fin de los tiempos per se...
Cathy Burghi |
¿Qué puedo decir yo de la perpetuidad?
Ahora, cuando
no hay palabras……………….
porque la
gula crea vacío: usemos las ventanas
las pesadillas divinas los cuadros pastosos
de colores fulgurantes
Masa cruda de pan: sabes a tierra
pupilas
lanzan esa nueva lengua SIN LETRAS
aunque
todo amor tenga un algo de serpiente.
Pero cada
trocito de ella vive y guerrea,
sin
cabeza,
sin patas,
puro tronco.
Se
retuerce y vive.
Que el movimiento eléctrico es
la reina de las luchas.
Por eso madre muerta,
decidí un día,
del 20 (pan) démico
Quizá/vamos a ver/lo pensaremos:
Ser ¡yo! Misma MADRE
Pero no
pudo ser, por esa maldición del inicio,
por esa::::::::::::::::::::::::::::
lotería siempre absurda a veces sabia del destino:
Que hablar de inicio,
ya
lo sabes,
es hablar siempre de THE END
del hilo de esta vida, nuestra blanco, blanco
en la bola enorme que gira y pende
que gira lenta/tontamente y pende
todavía.
De leche primera y materna que incluso a mí,
(mujer NOMO),
por años
me alimentó.
Desde el principio me molestó su insolencia. Si alguien a quien acabas de conocer, resulta ser petulante desde el minuto uno, mal augurio. Nunca hacía preguntas, y se burlaba sutilmente de mi inglés. Aquel paseo, fue el primero y último que dimos durante nuestra convivencia. Dicen que las personas idénticas en aspectos definitivos de la vida, se repelen. Creo que entre yo y él, ocurrió algo así. Sin embargo, ciertos descubrimientos de la naturaleza en aquel paseo, el fijarnos en un mismo elemento misterioso con una curiosidad fuera de todo límite, no dejó de ser un inexplicable punto de unión.
Al fin de al cabo, como las mareas, nos define la electricidad.
Y qué verdad lo de la química en las relaciones. Somos inicio y fin.
demisinstantes.blogspot.com |
el enigma que conforma esta especie de juego macabro que es el vivir, sigue sin encajar en un punto culminante.
Tanto tiempo hizo falta para darme cuenta de que no me amarga precisamente no encontrar (por no buscarla) la pieza perfecta y final del odio eterno.
Freepik |
El otro día, mientras caminaba a muchos grados bajo cero, de repente, se me saltaron las lágrimas. Sentí que brotaban más allá de mis ojos, que estallaban como chorros desde mi nariz. No sé si debido al frío o a lo sublime de una naturaleza sorprendentemente orgánica y poderosa que en ningún otro lugar de los que viví o visité, había presenciado con tanta vida e intensidad. Y que mana plus ultra de las consecuencias, desde la placenta misma de la Tierra.
Un dolor lacerante, y al que jamás nos acostumbramos las personas nómadas, o como mínimo, no sedentarias, como lo son por ejemplo, los árboles. En ocasiones, se extrañan cosas grandes, que jamás volverán a disfrutarse. Como los napi menü de Hungría con sus bandejas de colores gastados y el agua compartida a una jarra o dos por mesa larga, que los encontrarás si vas, pero me arriesgo a decir que tienen los días contados, como todo saldo del comunismo. A veces, lo que se extraña es algo pequeño, chistes internos a propósito de objetos particulares, que no has visto en ninguna otra parte. Pero quiero detenerme ahora en la persona que se extraña con la locura que provoca la química de la distancia de un país en el que con toda seguridad, no vas a volver a vivir, ni tan siquiera a ir otra vez.
¡El mundo es tan grande! Dicen.
Esa persona existe, te consta. Pero ya no te
recuerda. Y si lo hace, pasaste a ser la
que se ha ido, por lo tanto, la fantasma.
No obstante, qué maravilla maravillosa
cuando de repente aparece de cualquier
forma (y no me refiero solo a la virtual).
Pasa a ser la confirmación de un sentimiento incalculable y correspondido.
este instrumento. Creo que también se le conoce como órgano de boca. En aquella cocina de Foz, me inicié por primera vez en la brujería.
Mi madre era de revolver cacerolas deliciosas durante horas que, como dije otras veces, eran horas casi estáticas. También porque así eran los pueblos en aquel entonces. Recuerdo que ni yo misma me aguantaba tanto escándalo "musical". Pero ni Elsa, ni Víctor, ni Flavio me decían nada. Me dejaban hacer de todo y soportaban mis caprichos más excéntricos. Muchas veces pienso que tanto mimo fue como la última salvación de estas tres personas, (mi familia nuclear), que murieron antes de tiempo. Primero una, luego otra y luego la otra. Tal cual fichas de dominó. El sacrificio último y más preciado en pleno vestíbulo de la felicidad: La hija menor, con todo lo que dicha promesa conlleva. La imagen que explica esta idea, esta responsabilidad, es la de una firmeza repleta de amor y de cariño en medio de una tempestad donde se filtraba a nuestro pesar, el ser diferentes, la violencia puntual, la enfermedad, la pobreza por temporadas, aunque nunca la miseria. Y en el medio de todo: locura, arte, lecturas, tertulias hasta las tantas con veraneantes, el vino, las drogas, episodios sagrados en blanco y negro de Félix Rodríguez de la Fuente, los chicharrones, las prostitutas, los recuerdos de aquellos viajes de novela de Víctor: el lobo de mar que fue mi padre, playbacks inolvidables de Raffaella Carrá, las historias uruguayas de Elsa: la artista por el mero hecho de existir que fue mi madre, nuestras vecinas/hermanas... al fin de al cabo, (MO)VIDA. ¡Eran los 80!
Sí, aquella cocina era el caos de una familia nada convencional en años donde definir aquello como delicuescencia, sonaba más que ridículo.