sábado, 17 de diciembre de 2016

So many just like you

Acuarela de Herminia Delgado-Núñez

    You do not need to hide your names, today there are so many just like you
                                                                          
                                                                                      Li She, ninth century         

viernes, 9 de diciembre de 2016

Lélek

Cortesía de Zaida Fernández


Un relato poético de los que  me gustan a mí, con un pie aquí y otro allá, escrito por Krisztián Réfi, un autor húngaro de tan solo 18 años participante del taller de creación narrativa que imparto de forma itinerante en su país desde hace unos cuantos meses. Krisztián promete, por su forma humanitaria de configurar el horror. Aunque no sea precisamente "humanitario" el concepto exacto que lo define.  También es afortunado por la apabullante poesía que contiene su idioma, del cual en ocasiones realiza traducciones literales para llevar al español que ya domina.  Tales trasplantes son insustituibles. Alguien que denomina al cuerpo "domicilio natural" tendrá siempre, siempre a las letras de su lado.   
                       
                       Y sobre el título, hermosa palabra cuyo significado es alma.



Lélek


La sensación ardía su piel desde adentro, desde los inicios. Se olvidó de cuándo había entrado en este estado anormal, en el estado en que sentía nada excepto el fuego quemando su interior. Se olvidó de su nombre, de su vida, de todo lo que era parte de su estructura. Tenía la sensación de flotar en el mundo sin objetivo, sin ninguna meta. No podía saber si había muerto o si seguía viviendo. Esta cuestión le consumía como si millones de carcomas le estuvieran devorando sus interiores pedazo a pedazo. 

Como flotando en el océano de la nada, notó un cuerpo acostado abajo de él. Tenía un deseo fuerte de tocarle pero no se podía mover. Por alguna razón sentía este cuerpo suyo e intentó moverse otra vez con desesperación. Un médico apareció de repente para chequear el pulso del cuerpo. Había una máquina instalada al lado de la cama en que el mismo estaba estacionado. El doctor continuó tocando el cuello del paciente buscando el pulso por unos segundos más. Retiró la mano y salió de la habitación. Entonces, él se encontró solo allí nuevamente mirando al cuerpo, intentando ocuparlo. Esta vez se movió, fue capaz de volar hacia la cama. A pesar de todos los esfuerzos, no pudo entrar en él. Había una pared invisible que no le dejaba acercarse a su domicilio natural. La desesperación aumentaba y aumentaba dentro de él y una emoción asfixiante inundaba su espíritu poco a poco. La puerta se abrió y el médico regresó con una enfermera. El doctor escribió algo en un papel mientras que la mujer apagaba la máquina conectada al cuerpo. En ese momento un soplido de aire helado congeló su alma (su „lélek”) dejándolo temblando de frío. 

La tristeza y el miedo relevaron a su desesperación, trayendo la oscuridad de lo desconocido. 

Minutos o quizás horas pasaron hasta que la oscuridad se descompuso. Vio al médico nuevamente, ahora estaba poniendo una cubierta encima del cuerpo, después lo empujó fuera de la habitación. Él salió también flotando al lado de la cama. Fueron a través de innumerables corredores y al final llegaron a una sala con un texto en la puerta que decía ’CREMATORIO’. El lugar emitía el sabor de la muerte, el calor del fin eternal. El doctor abrió la puerta y entró con el cuerpo. Los hornos trabajaban sin descanso quemando docenas de muertos. La sala estaba llena de gritos, los gritos de los fallecidos. Estos no se oían en el mundo material pero él oía cada uno de ellos perfectamente. Ya estaba en otro mundo, otra realidad, el más allá. Era otra dimensión que ni el médico, ni la enfermera, ni nadie comprendía. Fue entonces cuando entendió que no estaba vivo.                     Él había muerto. 

domingo, 4 de diciembre de 2016

Ni la ciencia ni la magia

 

    Ni la ciencia ni la magia pueden vencer al dolor. No sin apagar mi intelecto, y yo no deseo eso. Por alguna razón, sospecho que la Muerte no es más que un paso a otra existencia en la que no hay que cargar con el cuerpo. Algunas personas ni siquiera se dan cuenta de que mueren. No me preocupa enterarme, siempre que cese el dolor. Por tanto, mi voluntad lo facilita, y estoy preparado para abandonar la vida...

                                                                                           Anthony Piers

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Missing her not lost love

Buda
                                                           ¿Cómo odiar a las amantes

                                                                 que enlazan sus lenguas de fuego
 
                                                   en el vértice exacto donde las últimas nieves se quiebran?

                                                                            Seres así, jamás te abandonan.

domingo, 30 de octubre de 2016

Fiel incógnita

Fouce   Asformigas


Para ser una niña tan pequeña, sabía mucho de descansos eternos.

En cada entierro, besaba su primer diente de leche, que llevaba colgado
para no olvidarse de aquella tarde de carnaval que olía a orejas anisadas.
Para no olvidarse de su hermano, del lápiz, de la hilacha de sangre en su boca
producida por el preciso impacto.

Cuando le permitían besar al muerto, saboreaba sedienta aquel frío que era otro frío.

Siempre dudando de si aquella, como todas las muertes, estarían muertas.



sábado, 15 de octubre de 2016

Medusas


Me gustan las medusas. Viven suspendidas en el agua durante toda su vida. Es una maquinaria frágil y hermosa, tierna y delicada, pero a la vez vital y violenta: podrían matarte. Están a merced de las mareas pero imponen una sutil resistencia: se desplazan por medio de la propulsión con chorros de agua, se contraen y expulsan el agua desde el interior de sus cuerpos. Qué bonita metáfora, convierten su entorno en movimiento. Es precisamente de eso de lo que llevo hablando todo este tiempo. Hay pocas cosas en la naturaleza tan simples y tan complejas como las medusas, pero en realidad ese sencillo mecanismo es la base de la vida, todo lo que existe repite el arquetipo. Las medusas esconden también un hermoso secreto: su morfología es extremadamente simple, como una bolsa de basura vacía, pero sus patrones de movimiento no han sido descifrados por la ciencia, porque no solamente avanzan con su propulsión a chorro, sino que crean complejos vórtices en forma de anillo durante su movimiento. No tienen cerebro, sangre o sistema nervioso. Sus sentidos son primitivos y consisten de una red neuronal sencilla: ojos que pueden diferenciar la luz y la oscuridad y unas cavidades sensoriales que les permiten identificar presas potenciales. Es decir, no tienen cerebro y tampoco corazón. Así es como en realidad somos nosotros. Tú también.
          
Ignacio Gutiérrez Torrejón 

lunes, 10 de octubre de 2016

Sobrevivir no es delito

Vayan, vayan por mí, vayan!!!