jueves, 29 de noviembre de 2012

ALmas nómadas


Detalle de Mizuno Renpei

El inconformismo toma mil caras diferentes.  Como el mosquito que vuela lento
y jamás se deja matar. Y seguimos mudando de piel aunque poca piel nos quede ya.

Nuestros dientes, en proceso lento de adaptación hacia un mundo cada vez menos carnívoro, continúan no obstante, perdiendo esmalte.  Porque comemos, continuamos habitando febrilmente en la inquietud.

También nos seguimos moviendo. Aunque nosotras, aquellas que optamos por abandonar innumerables rebaños, seamos aún niñas para mentes demasiado adultas que pueblan este mundo.
Quizás en contextos de pobreza y marginación, crezca el pequeño
monstruo que nos obliga a mudar de tierra como se mudan las bestias.
Porque el sitio donde estamos es donde se germinó el dolor.

Migrando...migrando de cuerpos también.  Pensando que tierra diferente
equivale a cuerpo y mente renacida (o decrépita).

"Que-da-te en esa pequeña ciudad estrecha de tronco que has elegido esta vez,
 la tierra escupida,
 La tierra impregnada de la saliva más blanca y revoltosa que arroja allí el mar...
al menos por un tiempo"- cantan labios consejeros mientras te miran los ojos,
un poco más arriba con
compasión.

 Pero pocos saben que nacer de nuevo (a menudo sin importar donde) es en ocasiones
el remedio único y posible a una fila de sucesivos pesares. Y que ese "por un tiempo"
se puede volver toda la vida si esta amante impredecible te atrapa con su adictivo consomé.
Esto sumado a la necesidad voraz de sentir otros aires y otras lenguas, aunque sea
la lengua de nuestra infancia; alimentan la FUGA, como si esta vez en efecto
pudiéramos ponernos a la altura de esta vida en su faceta más esquiva.

Jeannette Walls1 en su Glass Castle, nos atrapó una vez con su relato vivo
y en primera persona.  La historia del otro lado de padres nómadas que crían a su prole
en completa libertad.  Jeannette sufrió las consecuencias de una angustia
precoz debida al hambre, al miedo, a los constantes cambios, a la inseguridad.
Como en Niños Hippies de Maxine Swann y en cierto modo Las Teorías salvajes
de Pola Oloixarac. 

Cuando la disidencia está tan cerca de una, así como
la tierra de la planta, nos esforzamos en darle la vuelta al concepto
estropeando así la idea primera.  Más allá de riqueza o pobreza, la cuestión es
decir: Basta!
Y hasta cierto punto se entiende.

La cocina cuando yo era pequeña (ahora os susurro)
era un completo caos de mugre añosa, restos de comida
amontonada y cacharros sin fregar.
Pero la música, las voces de amigas y las lecturas ocupaban ese lugar. 
Es la primera vez que vuelvo este secreto
tan público y me domina el pudor. 
Pero pienso en mi madre desde ultratumba y 
me hace un gesto con la mano, así como diciendo
" hay algo debajo. Sigue adelante..."
como para que os siga contando, entonces me animo:

 La consecuencia de este imprevisto en mi yo
de niña que crece fue
pulcritud, pulcritud
extrema  / tan nociva como el caos /.  Creedme.
Intento curarme, estoy en ello...
Son las puntas del palillo: filosas en extremos: pinchan
redondeadas en cuerpo, aquí me quedo.

El nomadismo y la libertad siempre podrán exculparse
la actitud no.
El desliz, el quiebre que no querías para tu vida
está en cómo recibes, cómo enfrentas lo maravilloso
lo que es imperioso y no te das cuenta.


Y poco tenemos ya, cuando nos hacemos viejas y abrimos las manos.
Manos. Manos sucias, uñas comidas, rastros de aquel esmalte
naranja con que tu amiga de esa noche pintó esas uñas
en su caravana
amiga de la que ya no recuerdas su nombre
pero amiga.
Sin coche, sin las cuatro paredes tentadoras, sin la criatura que
tú sí quizás... nutres con tu leche.

¿Qué tenemos ya?
En la misma mendicidad del principio
quizá la monotonía del retorno al ciclo
nada que agarrar en la ansiedad pero
quizá la calma de no haber querido tener.


1Walls Jeannette: Glass Castle, New york, Scribner, 2005. 


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