martes, 26 de mayo de 2015

Quiromántico o el patchwork de la infamia





Aquella muchedumbre donde a diario se mezclaba, era antes que todo abisal.  Había una profundidad crónica en la marea de gente apresurada, nerviosa, infeliz, que la atraía de una manera hipnótica y perversa.  Notaba que tantas personas juntas en situaciones que no han elegido, eran ya otra cosa.  Algo no humano.

En las horas pico, los pequeños delitos urbanos del día a día, brillaban como los ojos de un pez recién pescado.  Llegó a mirar con bochorno para otro sitio cuando, caminando cerca de Moganshan road, se encontró al mismo mendigo anciano de siempre, pero en diferente postura.  Como electrocutado, con las manos en alto y mirando al cielo.  Sin su única prenda hecha con retazos.  Patchwork de un cuerpo incógnito que jamás pedirá un ajuste de cuentas.

Ni el céntimo sobrante de esta idea que transformarán tarde o temprano en marca.

Aquel día, le regalaron un libro en el barrio de las artistas.  En casa de su alumna, a la hora fascinante del té de bienvenida, una flor naranja se abrió tenue, morosamente, mientras teñía el agua con su opulento color. 

 Imaginó que era la flor del rododendro.  

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