Fouce Asformigas |
Para ser una niña tan pequeña, sabía mucho de descansos eternos.
En cada entierro, besaba su primer diente de leche, que llevaba colgado
para no olvidarse de aquella tarde de carnaval que olía a orejas anisadas.
Para no olvidarse de su hermano, del lápiz, de la hilacha de sangre en su boca
producida por el preciso impacto.
Cuando le permitían besar al muerto, saboreaba sedienta aquel frío que era otro frío.
Siempre dudando de si aquella, como todas las muertes, estarían muertas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario