Carmen Segovia |
Las ciencias tienen unas reglas de construcción supuestamente rígidas, un austero comportamiento de su sintaxis. No sólo el silogismo, el principio de no contradicción, o de identidad, y todas las reglas elaboradas sobre una lógica aristotélica son condiciones indispensables para el andamiaje de la ciencia occidental, sino también sus diferentes tipos de representación de resultados que ayudan a aquellos principios, como pueden ser los gráficos, mapas escalares y vectoriales, tablas de doble entrada, biyecciones, vectores, etc., todos ellos receptáculos, conceptores necesariamente vacíos creados a fin de albergar unos tipos de contenidos particulares y muy determinados. Todo este lenguaje no sólo denota una forma cómoda de intercambiar conocimiento, sino también un soporte lógico-estructural radicalmente diferente al del habla común y por supuesto, en principio, al de las artes. La propia forma de expresarse fuerza al contenido a poseer una determinada naturaleza: forma y fondo van, como siempre, de la mano.
Resultado
Pero no existen nuevos contenidos sin la creación de sus correspondientes nuevas formas de representación. Introducir contenidos poéticos en estas estructuras científicas, en estos recipientes dotados de mecanismos lógicos propios, obliga a una colisión de lo ambiguo-poético en lo presuntamente rígido-científico extremadamente rica.
Agustín Fernández Mallo: Postpoesía, Hacia un nuevo paradigma. Barcelona, Anagrama, 2009, pp: 129-130.
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