miércoles, 31 de octubre de 2018

Historia del endemoniado...

Nuria Castro


Pensé un momento que quizá no estaría aún bien despierto y que aquello era un horrible sueño. Cerré los ojos y busqué en mi memoria dónde había estado la víspera. En ese instante sentí como si las garras de un animal se hundiesen en mi costado, y vi a un buitre que se había arrojado sobre mí y que devoraba a uno de mis compañeros de lecho. El dolor que me causaban sus garras era tan intenso que logró despertarme del todo. Junto a mí se encontraban mis ropas, y me apresuré a vestirme. Ya vestido, quise salir de la tapia que rodeaba la horca, pero vi que la puerta se hallaba cerrada, y a pesar de mi esfuerzo no logré romperla. Tuve, pues, que trepar por la triste muralla y, apoyándome en una de las columnas de la horca, me puse a contemplar la comarca que desde allí se divisaba. Fácilmente pude orientarme. Me hallaba a la entrada del valle de Los Hermanos, no lejos de las orillas del Guadalquivir.

 Mientras observaba el paisaje, vi cerca del río a dos viajeros, uno de los cuales preparaba un almuerzo, mientras el otro sujetaba con la brida los caballos. Me alegró tanto ver a aquellos hombres que mi primer movimiento fue gritarles: «¡Agur, agur!». Lo que en español quiere decir «hola» o «buenos días».
                                                                                   
                                                        Jan Potocki

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