domingo, 30 de diciembre de 2018

Meatless

 ilustración de Ana Pez

A veces la ansío.
        Ansío comerla y tenerla.

Ser dueña de un par de manos. Saber que la derecha se apoya en la izquierda y viceversa.
Y mentiría como la peor de las impostoras si os dijera que nunca envidié el dolor que
causa un buen tirón de pelos.

El metal no huele, y lo peor, es que dura para siempre.
Cuando llueve, todo retumba dentro de mí.
¿Qué importa que los perros me teman o que nunca tendré que recurrir a la defensa personal?

Si lo que atañe en realidad, no es el material que nos conforma.
Pues, por más liberador que parezca, yo también huyo de la jungla.

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