lunes, 22 de agosto de 2022

Cuando te vuelves un turista


 Una cosa fea, eso eres cuando te vuelves un turista, una cosa fea, vacía, una cosa estúpida, un trozo de basura que se detiene aquí y allá para mirar esto y probar aquello, y nunca se te ocurrirá que no te soporta la gente que habita el lugar donde acabas de detenerte, que tras puertas cerradas se ríen de tu extrañeza (no te ves como ellos), tu aspecto físico no los complace, tienes malos modales (acostumbran comer sus alimentos con las manos; intentas comer como ellos y te ves ridículo; intentas comer como siempre comes y te ves ridículo), no les gusta cómo hablas (tienes acento), se tiran al suelo de la risa, imitando cómo imaginan que debes verte al satisfacer alguna necesidad corporal. No les gustas. «¡No les gusto!»
En verdad, ese pensamiento nunca se te ocurre. Aun así, te sientes algo incómodo. Aun así, te sientes algo tonto. Aun así, te sientes algo fuera de lugar. Pero la banalidad de tu propia vida es muy real para ti; te empujó a este extremo, a pasar tus días y tus noches acompañado por personas que te desprecian, personas que realmente no te gustan, personas que no querrías tener como vecinos. Y entonces debes dedicarte a descifrar cuánto de lo que te dicen es cierto. (¿Es verdad que aquí es un manjar el vidrio de botella molido con salsa de maní  o acaso hará justo lo que crees que el vidrio de botella molido hará? ¿Ese pescado hocicudo, multicolor y extraño es en verdad un afrodisíaco o te hará dormir permanentemente?) Ah, el trabajo duro que implica todo esto, ¿y acaso es extraño, pues, que al volver a casa sientas la necesidad de un largo descanso, para poder recobrarte de tu vida como turista?

Jamaica Kincaid: Un lugar pequeño, trad. Adalber Salas, Valencia, Pre-Textos, 2021, pp: 18-19.

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