Podría haber probado suerte con el artículo que a continuación voy a escribir en algún medio de turno, pero desistí. En primer lugar porque en el 85 por ciento de los casos, no me pagan por escribir, y ya me más que harté a estas alturas de mi vida. Y en segundo lugar, porque una película como La mesita, merece todos los honores y cero cortes, y nada mejor para ello (vuelvo a decir) que mi adorada bitácora, donde hago y deshago cuando quiero y como quiero. También aprovecho para manifestar sorpresa ante la falta de críticas de calidad sobre lo que para mí ha pasado a ser una joya de arte del cine de terror no solo español (o específicamente catalán) y del año 2022 en que fue concebida, sino en general.
Eso sí, lo que voy a contar es spoiler al cien por ciento, por lo que aconsejo a quien vaya a leer esto, que no lo lea si todavía no la vio, pero si le gusta el spoiler, ya cambia la cosa. Otro detalle que llama la atención y ya vamos al grano, es que a Stephen King le pareció la película más "divertida" que recuerda haber visto. Qué cosas tienes Stephen. Si bien La mesita tiene algo de comedia negra, creo que este género se le queda muy corto. Lo bueno de la película es que es totalmente inclasificable, totalmente única en su especie.
La trama es muy sencilla, casi diría que trivial: Una pareja con un bebé, decide comprar una mesita de comedor, y a partir de ahí, su destino cambia de un día para otro de la manera más triste y espeluznante. Ella, no por casualidad llamada María (Estefanía de los Santos), y él, no por casualidad llamado Jesús (David Pareja), parecen enfrentar una especie de crisis matrimonial. La película en todo sentido es turbia y como poco definida, tanto desde el punto de vista de cómo está filmada, (de manera nerviosa, oscura, nada nítida o lineal), como en la actuación y argumento en sí. Nos hallamos ante una historia que es atroz desde que aparece el objeto (la mesita). Es más, el objeto pasa a dominarlo todo, como en los mejores cuentos rusos del siglo XIX. Esto de por sí, es una rareza en el cine español. Es decir, él principalmente desea esa mesita, por más que ella la ve espantosa. ¿Pero quién iría a pensar que la mesita también desearía lo que jamás hubiéramos imaginado? El poder de los objetos es algo de lo que se habla muy poco. Solo me viene a la cabeza una maestra que lo hace con magia inigualable: Donna Haraway. Y es realmente de admirar que el director Caye Casas se haya centrado en esto y haya sido tan original en el estilo con que cuenta una historia repito tristísima, centrada en un argumento sencillo y banal. Los elementos religiosos aparecen por doquier. Se trata de un catolicismo inyectado que tenemos las y los de nuestras generaciones españolas. Las actuaciones no pueden ser mejores, y la banda sonora realizada enteramente por Bambikina, casi magistral, porque en escenas contadas quizá sobre algo de música y se eche en falta algo más de silencio puro y brutal. Es una película donde la tensión aparece desde el comienzo. Cuando María va al supermercado a comprar vino para la cena, pues tenían gente invitada en casa, y Jesús se queda solo con el bebé, por la forma en que lo acuna y el simple visionado de la mesa horrible, puro ángulo de peligroso cristal, sabemos que va a suceder lo peor. Pero no lo vemos de forma directa. Otra de las genialidades de esta obra, es que no muestra abiertamente, como suele ocurrir en el cine de terror. Nos enteramos de que el bebé se le cae de las manos al padre y se estrella contra la mesita, simplemente contemplando la puerta de entrada al comedor maldito donde esto ocurre.
A partir de aquí, el tono sube hasta un punto insoportable, donde no recuerdo haberme comido tanto las uñas en mi vida. María llega, y Jesús decide ocultarle lo que ocurrió. Como que le viene una locura bizarra de golpe que no podría ser mejor interpretada. Comienza a sudar y a limpiar todo de modo frenético. Lo que busca es extender el horroroso desenlace el máximo tiempo posible, e intentar hacer como si nada. Como el que succiona hasta el último segundo de vida antes de sentarse a la silla eléctrica. Si Caye Casas mató a Dios en su película anterior (que no vi pero muero de ganas), en esta peli mata al resto del triángulo, o como se diga. Supongo que el nombre del bebé importa y mucho. Se llama Cayetanín. Leí por ahí que no nos olvidaremos de este nombre jamás. Alta verdad. Y como acotación un poco al margen, me pregunto si los Javis de la serie también catalana La Mesías, habrán visto La mesita y será una influencia para ellos. Probablemente sí. Hay también una perspectiva feminista en el argumento, para nada panfleto. Se trata de un feminismo primario de fondo donde la protagonista, podríamos interpretar que es un símbolo de lo que significa morir por amor maternal. Ella ama al bebé más que a nadie en el mundo (dicho por ella misma en el medio de la cena), mientras que él es hombre, por lo tanto ama primero a su pareja más que a nadie en el mundo (dicho por él mismo en el medio de la cena). Digamos que Caye coloca en María una ética más elevada, más transferida, y por lo tanto más valiente. Si bien sentimos lástima por Jesús, por la terrible situación que provocó debido a su torpeza, y a la vez empatizamos porque las tragedias domésticas son lo que son: ridículas, y le podría ocurrir a cualquiera, es María la verdadera heroína de la historia.
No es alguien a quien admirar ni mucho menos, pues hasta cae hasta mal con cierta grosería y rudeza que la caracteriza. Pero incluso este detalle le confiere un extra de realismo a la obra. Es imperfecta, una humana más, pero no por ello deja de ser heroína. Soy incapaz de pensar en otra película donde adquieres la total certeza de que ante ciertas desgracias, la única solución a tanto horror es el suicidio. Añadir también que cuando asoma en escena el gore, nunca es un gore cutre y sangriento. Todo lo contrario. Si bien hay sangre, nunca (doy gracias al cielo) alcanzamos a ver la cabecita de Cayetanín decapitado por el cristal debajo del sillón. Algo que tanto Jesús como uno de los invitados a la cena (su hermano), se empeñan en ocultar sin éxito hasta casi el último momento. De ahí que, si el cruce de elementos fuera otro, podríamos lucirnos con aquel refrán tan curioso de A mal Cristo, mucha sangre. Pero no es el caso, ya que no hay abuso de ningún elemento en realidad.
Es decir, el director atraviesa el límite con una elegancia y filosofía ejemplares. Una rareza en el cine, insistimos. Una rareza también haber tenido la sagacidad de dar vuelta hasta un mito griego. No digo que lo haya hecho a conciencia, lo más probable es que no. Encontrar referencias literarias y de todo tipo a cada rato en los productos artísticos, es un vicio que tenemos las que nos gusta hablar y escribir sobre los mismos, y que no siempre, o mejor dicho: casi nunca, comparten sus creadoras/es. Pero cuando finalmente (no sé cómo), María logra coger la cabecita de Cayetanín y en un desgarro del mayor de los dolores visto en pantalla, salta por el balcón y se lanza a la noche (tampoco lo llegamos a ver), pensé en Hécuba que al enterarse de que su marido mató a su bebé, mató en venganza a su marido. No, aquí no ocurre tal cosa porque parece existir la cuerda del amor en esta pareja todavía. Creo por lo tanto que esa imagen que me llegó en realidad, fue una especie de Hécuba que decide matarse antes de matar, por más que Jesús, haya decidido seguirla también, porque de lo contrario, el final no hubiera sido tan redondo. Este es uno de los elementos que a mi juicio sostiene la película. El amor de la pareja y el INFINITO amor hacia el bebé de una madre y un padre que le habían preparado su cuarto al mejor estilo de los años 80, (qué emoción ver la caja de los juegos reunidos Geyper en la estantería), es lo que impide un desenlace todavía más horripilante e inevitable del que ya es. No nos olvidemos de que fue un accidente. De algún modo en cierto manera aliviador, esto también salva un final que podría haber sido mucho más terrible todavía, volvemos a recalcar. Y qué más decir. Que La mesita es una película que nunca vas a olvidar. En lo que respecta a mí, ya es parte de mi organismo. Y no puedo afirmar esto de la mayoría de las películas. Pero de unas 25/50 sí.
Qué mejor para terminar, que el final de un poema maravilloso titulado La última noche que habla precisamente de eso, de la GRAN palabra: el final. La autora es Laia López. Por aquello de que el único cabrón en la gran mayoría de las catástrofes, es el mismo universo fortuito, fortuito que nos corre entre las venas:
No hay más preguntas, porque
ninguna merece ser respondida.
Desde cualquier ángulo,
se ilumina un paisaje vasto,
sin unicornios, sin las hebras
de luz que, tal vez, algún
día se soñó que podían existir.
No existen.
El amor congela, dice una.
Ha pasado el mundo.
Con la turba pulcritud
de un rayo.
Ha pasado, manso y terrible,
el mundo, como un
animal de carga,
con su triste vocación de final...
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