jueves, 20 de marzo de 2014

Desiderio: Oso Leone


Quizás en tiempos donde incluso las tontas prisas han llegado a la música, y esta se traga sin masticar como cualquier otra píldora dudosamente curativa; que aparezca una intervención como la del quinteto Oso Leone es casi un milagro. Pese a huir como buena banda que se precie, de las etiquetas, cierta predisposición a sonidos que abrazan el silencio como un sonido también, así como reminiscencias del folk más indefinible; ayudan o más bien distienden a la vez que preparan el cuerpo y la mente para admirar con tranquilidad su propuesta.

Porque los mallorquines confirmaron el pasado sábado 14 en la Casa Tomada de A Coruña, que el nirvana del viaje en el sentido más puro, se condensa finalmente en no moverse del lugar, que no es necesario, cuando lo más interesante ocurre dentro de la cabeza. No sin casualidad el espacio físico para acoplarnos a su viaje, fue una antigua nave de la Estación de Ferrocarril de esta ciudad, donde los trenes funcionan desde siempre como bestias metálicas mediadoras de mundos en el sentido que se le quiera dar. Ellos saben cómo lograr que la música se supere a sí misma atravesando la barrera que con la búsqueda de la perfección, impone la melodía. Lo hacen justamente, deteniéndose en las zonas más rugosas del entramado de texturas sonoras que son capaces de lograr. Mediante estribillos temblorosos pero insistentes, casi obsesivos, y que sin embargo, nunca llegan a molestar, mediante notas aisladas que como péndulos, esperamos (no) ver caer; integradas finalmente al conjunto. Todo esto gracias a una caja de sonidos Octapad, la voz y la batería de Pablo Colombás, el desértico bajo de Eusebio Alomar, y la guitarra y voz experimental de Xavier Marín. Tres integrantes temporales para una banda compuesta como dijimos, de cinco miembros.

Alternaron canciones de su primer disco y del segundo, Mokragora (Foehn, 2013), siendo este último quizá más definitorio en cuanto a su inquietante paleta donde los estados anímicos/mentales parecen engranarse más finamente en su universo sonoro abstracto, psicodélico y al mismo tiempo completamente natural. Ante temas como “Alçaria”, incluso los aplausos parecieron temblar y dudar; algo así como si la magia lograda fuera a estropearse ligeramente por el ruido unísono de no pocas manos agradecidas. Es evidente que parte de su logro se debe al excelente manejo de tres presencias claves en la música de calidad: la tensión, el silencio y los tiempos. Y otro elemento más, probablemente un resultado: la sensualidad que surge de todo lo anterior. Una sensualidad no perseguida, nunca estereotipada, que parece brotar de una naturaleza persistente que evocan en los títulos de sus canciones: “Cactus”, “Salvia”, “Crisantemo”… en modo muy similar al viajero californiano Christopher Johnson McCandless, quien fue absorbido literalmente por la extraña vegetación de Alaska; aventura mística y radical que no dejó pasar el cine.

Ante las inigualables “Clivia”, “Monstera” y “Sanseviera” la impresión que se advertía en el ambiente fue de completa estupefacción, en un público completamente fascinado por cada uno de los detalles de sus hipnóticos samplers, diversas maracas y demás rarezas como la repetitiva gota de grifo que cae y cae…

Y a medida que nos fuimos disolviendo en sus sinuosidades, algunas escenas no pasaron inadvertidas, como el bajista, trágico con sus notas western en momentos precisos y descalzo. También descalza es su música por lo auténtica.

Xavier Marín ante la tópica pregunta de “las influencias”, contesta que son demasiadas para poder hablar de ellas en pocos minutos. Algo así como que la música lo acompaña desde la cuna. Quizás, cierto parecido a Gang Gang Dance sólo en su primera época, no tan exageradamente ruidosa pero parecida en lo minimal naif. También a Atlas Sound por los particularísimos e introspectivos climas sonoros. No obstante, afirma el vocalista que hay mucha base no occidental detrás: de países africanos, asiáticos… lo cual salta a la vista. Difícilmente su música sería tan única de no estar conformada justamente por lo no único: múltiples retazos de tierras ignotas, lejos, bien lejos de Europa…


Crónica que publiqué en Desconcierto cultural el 19 de septiembre del 2013.



No hay comentarios:

Publicar un comentario