miércoles, 7 de octubre de 2015

La mujer de la blusa blanca

Andrea Latorre
Era una formidable araña de hierro que llegaba hasta el techo.

No era amenazante, era soberana.

Era grande y sin embargo ligera.


Recuerdo una sensación de placer al sentir la seguridad con la que un puñado de barras viejas y un artefacto para mezclar cemento, mediante unos puntos de soldadura se habían transformado en un figura de irreductible presencia: la araña.

En realidad, no sería capaz de recordar con certeza los detalles, sólo sé que daba lugar - mucho lugar - al hecho araña.

¿Por qué la gente tiene manía a las arañas?

Son hermosas.  A veces veo alguna diminuta de color arena recorrer una almohada o encuentro una de patas largas en la travesía de un chal o las sorprendo que no saben salir de la bañera. Las saco y llevo a la ventana.

¡Tejed, tejed hermanas!

Aracne, la que teje, la del hilo largo...                               Eva Lootz

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