El poema animalista
antitaurino
por excelencia:
los toros son sublimes como el costado del sol
y aunque los matan en aras del gentío rancio,
es el toro el que hace arder el fuego,
y aunque hay toros cobardes como
hay matadores cobardes y hombres cobardes,
por lo general el toro resiste puro
y muere puro
ajeno a los símbolos, los clichés o los amores falsos,
y cuando lo sacan a rastras
no ha muerto nada
ha pasado algo
y el hedor postrero
es el mundo.
Charles Bukowski, Arder en el agua Ahogarse en el fuego,
traducción de Eduardo Iriarte Goñi,
Barcelona, La Poesía, señor hidalgo,
2004: p.73
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