miércoles, 27 de junio de 2012

Sobre ismos y algo más...

Sobre ismos y algo más...





Se sabe –me decían- que los animales feroces carecen de ingenios más que para sobrevivir. Su arte es nacer, extender su linaje y morir. Pero ha nacido una camada de fieras malignas que duplican su corpulencia doblándose en los espejos o en los arroyos. Y tal cual fuera una entidad respirante, su reflejo cobra la vida y se proyecta en el mundo de los luchadores para colonizar territorios y destronar a los emperadores. No toman ningún prisionero ni tampoco humillan a quienes derrotan con la esclavitud. Su instinto más débil se iguala con la inteligencia más sobresaliente. No experimentan metabolismos. Tienen a la eternidad como aliado, y consideran enemigos a todos los diferentes. Bautizados Los Astéridas, se les conoce una virtud que asegurará a su estirpe la proyección en el futuro del mundo: Tal cual se vieran en espejos o ríos o mares, miles se materializarán del recuerdo de los hombres que les mirasen.

Nicolás López Dallara  El nonagésimo noveno nombre: Asterión y yo 



Estos ismos de los que voy a hablar no son los artísticos, (dejemos a Van Gogh por ahora cariñosamente a un lado), sino los que tanto llenan las bocas actuales y tan estrepitosa es su significación, és a dir: racismos y nacionalismos básicamente.

No hace mucho me interesé por un nuevo grupo musical surgido en algún lugar de las Castillas y que lleva un nombre del que ahora sí me quiero acordar: Hoy muero viernesEl título de su primer álbum es todavía más lapidario: la tiranía de la identidad.

Podría decir cosas como que son postpunks, inteligentes y rebeldes, pero no lo voy a decir.  Simplemente voy a intentar comprender algo más allá de la rotundez de la frase, que de por sí no admite lugar a críticas, pues se trata de un disco y no de un tratado de anti Antropología.  ¿O acaso sí?  Cuando un concepto como el de identidad se encuentra en ese extraño estado de desgaste en que se encuentran las palabras no cotidianas cuando han sido tan usadas como las cotidianas, parece una tarea difícil.  A esto se añade que la identidad ha sido desde un tiempo a esta parte tremendamente deificada.  Por ello sorprende encontrarse con un título de este alcance para el nombre de un disco, por muy postpunk que éste sea.  Enlazo este dato con algunas conversaciones inacabadas sobre identidades y nacionalismos que he venido teniendo de un tiempo a esta parte con más de una persona y que han provocado en mí ciertas rojeces pasionales, ciertos latidos de más...es por esa emoción que escribo.  Aquí sentada, acompañada del lenguaje reposado, siento que las ideas se me asientan mejor en la cabeza.

Es un hecho sociológico rotundo el que en estos tiempos, una banda de música haya sacado un disco con tal título.  No son cinco palabras gritadas a la ligera, son cinco palabras que informan, reivindican y sobre todo advierten, son cinco palabras muy pensadas.  No obstante, hay un irse lejos en esta actitud, un borrado de goma aplicado con demasiada fuerza, vayamos por partes.

Sostengamos que como reza en el diccionario, identidad es el conjunto de rasgos propios de una persona o de una comunidad, rasgos que por otra parte son distintivos frente a la otredad.  Hasta ahora no suponemos dónde aparece la tiranía.  Precisamente la vemos aparecer cuando estos rasgos, quizá, se vuelven demasiado distintivos, demasiado propios, hasta el punto de rechazar lo ajeno al ego, es aquí cuando aparece también en escena el señor nacionalismo, cuando por x razones, uno de los bandos se jacta de tener más peso, y lo que es más grave, pone en marcha ese poder.  Pienso ahora en el actual rebrote nacionalista de países pequeños como Uruguay, en tiempos de "relativa" mejora económica para el mismo y no puedo dejar de verlo como una consecuencia de la pedantería euroamericana, incluso de la misma autonegación endémica de un país que siempre ha mirado hacia el exterior.
  
Sé que existe otra manera, sé que todo lo que pasa no sólo pasa afuera.  Esta frase, que aparece en el turbador tema del músico uruguayo Omar: cada día de mi vida, condensa todo lo que quiero decir.  Los nacionalismos son consecuencia, no causa.  Como el globo demasiado hinchado que termina explotando.  Las identidades exacerbadas son el producto de este tipo de presión que desde la Fantasía barroca el escritor argentino Nicolás López Dallara concretiza en los Astéridas, cita que figura al principio de este texto, monstruos aniquiladores de las diferencias perfectamente extrapolables a nuestros actuales ejecutores del poder.  Vamos desgranando, y puede que continúe cayendo pesada la palabra tiranía referida a la identidad.   

Aquello que era causa de lucha hoy es causa de sorna

No puedo evitar pensar tampoco en ex neohippies hoy neoyuppies que asienten en todo y al unísono frente al sutil imperio de la caótica homogeneización, y que adiestran a su descendencia en esta perentoria fusión.  Porque identidad es mucho más que diferenciarse, es también el derecho inviolable de conocerse y conocer a la alteridad, lo cual es muchísimo más que mirarse al espejo.  Es una manera contundente de intentar investigar quiénes somos, qué hacemos en este inmenso globo, qué nos gusta o atrae, cuál es nuestro arte, nuestro pasado, nuestro futuro, nuestra biología, qué pintamos en esta loca historia... en definitiva existir.   Esto es una necesidad, lo es todo, ¿¡cómo tiranía?! 

Obviamente, en la metodología de esta necesaria dinámica está el desbarajuste, para que desde el postpunk o como se le llame, nos lancen la falla, pero nunca en el concepto.
  No porque se nos meta la comida a prepo hemos de rechazar el alimento. 
 Frontera aparece cuando se obstaculiza el espacio para ser y actuar.  Nacionalismo aflora cuando el pez grande se come al más chico.  La identidad por ello, es también un medio reivindicativo de protegerse.  Más de una vez el viejo cliché:  odio los nacionalismos, es aplicado a liberadoras manifestaciones identitarias frente a una presión cultural o de cualquier otra índole.  Lo que hay que atajar es la raíz entonces de estos nacionalismos que, como causa de un problema, son en sí mismo problemáticos.  No hace falta irse al Tíbet para percibir esa presión. 

Nacionalismo puede incluso tomar la forma de guerra justa frente al racismo, y lo nacional permear por lo tanto más allá de las fronteras en esta dicotomía.  (Examinemos parte de la historia del Black power, y veremos la lógica en el sustituto que aplican al concepto anacrónico de raza por nacional).  No podemos abandonar el flotador por lo tanto en estas aguas, son demasiado turbulentas.  El discurso recriminatorio debe ajustarse al número, las minorías deben ser contempladas siempre desde su desigualdad de condiciones para disidir, desde pequeñas parcelas de lucha, aunque las herramientas no sean siempre las más adecuadas. La proliferación de naciones, o como sarcásticamente las denomina Olivier Roy fabricación1 son el resultado complejo de la autolegitimidad de la mayoría frente a un sinnúmero de minorías que siempre estarán en desventaja.  Tengamos entonces precaución y no tildemos de tiranas a comunidades aplastadas pero no por ello menos heroicas en tiempos que como nunca igualan a 1984.

La tiranía de la identidad suena precioso, pero desde un plano semiótico rechina.  En ocasiones no estaría mal que la estética del lenguaje no sobrepasase su ética, y para ello no hay más remedio que educarlo. Y sí, en determinados casos es necesario ser políticamente correcto/a sino enterraremos para siempre ciertos valores demasiado básicos.  Porque el lenguaje, como decía mi sensato y antiguo profesor de Filosofía Agustín González, (frase que por otra parte siempre llevo conmigo) crea realidad.

Busquemos entonces otras vías para no perder esta individualidad, para que al menos las nuevas juventudes no consideren tirano perderla.  Que conste que defiendo a capa y espada el melting pot, pero que esto no implique que me acribillen por ser diferente, quiero también tener la opción de no perderme el color...

1 La nueva Asia Central o la fabricación de las naciones, Madrid, Sequitur, 1997.


A Rodrigo


 

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