jueves, 3 de enero de 2013

En busca de la máquina verde





Lucy usó los fuertes huesos, una vez más
y los huesos no obstante, se quebraron. Aspas de calcio nuevamente en su cabeza.   Vislumbró una magia desconocida encima de aquella lluvia mineral.  Supo otra vez, que habría otra herramienta y se recreó imaginándola como la querida hija del árbol.

Miró entonces en dirección a la madre… el árbol, pensativa.  Últimamente quería estar en tierra, observar su cuerpo, el movimiento de sus  manos al llevarse el alimento a la boca.  Recrearse en la amistad que aquella pareja de manos tercas le ofrecían.

Escuchar el sonido de sus molares al masticar con placer la raíz.  Concentrarse en mirar a la tortuga reposando en la roca azul.  Oler.

No durmió cuando la venció el sueño, en el árbol.  Al amanecer, unos ruidos de enormes bichos la despertaron.  Saltó veloz  por encima de la pirámide de huesos y corrió...y corrió.

No miró hacia atrás, pero nunca como ahora necesitó tanto escapar,
                                           con alguien.



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