domingo, 23 de junio de 2013

La celda


 Lestonnac - Santa Cruz 























Cuando la soledad buscada le reclama
Una migaja de gesto al silencio,

a puertas abiertas
En el chirriar de las puertas abiertas

el regalo de un amigo
de esos que ni se compran ni se venden


ilumina los antojos del pasado

Poemas, fotocopias de poemas


un atado de sueños
Atravesados  en teclas, las teclas de una máquina.

Y se empeñan los errores,
aquellas letras más borrachas de tinta
que nos ofrece la máquina, la que ahora no escribe: decora,
los intersticios de lo que no son ya secretos,
pero lo fueron…

quizás entonces, la ilusión de que hayan parado a mis manos.


                                                     A Carlos Defazio, por quien descubrí
                                                        a   Julio Inverso


¿Por qué esta manifiesta complacencia de estar aquí, por muchas horas inmóviles, con la única débil luz de la luna, en los camastros duros y piojosos?
Ya no queremos abandonar la celda y preferimos charlar.
Hemos hablado tanto que los muros podrían caerse bajo el peso de nuestras voces como martillos.

Una grieta próxima a mis ojos comienza a ensancharse al influjo de un suspiro.

Pero si la celda aún se disolviera bajo nuestra mirada, si la celda dejara de existir, aún así no la abandonaríamos, sólo por seguir charlando.

No escribimos cartas.  Tal vez no haya nadie fuera de la celda que sea capaz de leerlas.  ¿A quién podríamos contar nuestros sueños de prisión?

                                  Julio Inverso La celda







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