domingo, 18 de enero de 2015

Loving avatars

Cangas Vella
 


Cómo se atan los cordones los niños buenos.  Cómo juegan y tocan, y miran. Y custodian, con llantos su ser cebolla.



Yo, que me entierro tartamuda entre nuevos desconciertos, entre látigos previos.  Que corto la raíz de esta lengua para no ver más sus tentáculos.



(des, des, des, des

conectándome mientras pueda, mientras sea capaz de olvidar, de asentir)

Pulsiones extendidas, exasperadas, desuellan los cientos de nuevos contactos.
 Aguardando.


                        La recompensa final del voyeur, ¿lo ves?
No perderse el albor de los alter egos durmientes.
Ofrecerles siempre vasos y vasos de delirio
sin intentar recuperar esta carne nuestra que se escapa.



Alimento fluido, plasma exquisito para la red.




Aunque haya uno solo que lo explique todo,
que lo justifique todo, inexplicablemente todavía
en el siglo de la persona que flota
                    sola, onanista
 entre miles de millones, uno. Y uno (lo asumes) es todo
lo que aguardas. Sin tener el coraje de cuestionártelo.
Porque nada más importa.


Su mensaje. ¿Por qué?  Sufresss. Rojo tilín.








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