sábado, 11 de junio de 2016

Reflexiones vendadas


Para la pequeña viuda, dos bocas más que alimentar no era un problema.
Aunque no fueran sus hijas, aunque muchos días no había cenas en su casa.
Le preocupaban más otras cosas.
Como esa obligación de recordar con un color eterno y rotundo
negro como la misma vida
a un marido ahora muerto, su primer y único violador.

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