domingo, 28 de octubre de 2018

DESelegancias



Claramente estoy de los nervios, acostumbrada a vivir en una realidad ajena por completo a este absurdo, y me descubro diariamente finalizando mi jornada laboral hecha un basilisco, con el corazón rabiosamente atropellado o cruzadita perdida. Me despierto - una es lentilla para volver a la vida - con joyitas que no son capaces ni de dar los buenos días, joyitas que viven en la precariedad o miseria pero adoptan -cagándose así en sí mismos - el papel de acomodados burgueses sólo con sentar sus malolientes culos en cualquier silla del bar, seres despreciables que osan llamar mi atención con gestos o ruidos destinados al lenguaje animal, agresivos alcohólicos que penosamente creen imponer su ley a base de gritos, insultos o descalificaciones genéricas, gente ruidosa, marrana e irrespetuosa hasta la extenuación, y lo más triste es que lamentablemente no son sólo ellos, también sus mujeres, novias, madres, primas o conocidas...

                                                      Patricia Heras         Ravalistán       Ediciones Capirote

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