sábado, 20 de octubre de 2018

Muy joven para no tener deseo...

¿Qué es lo que me podrá ofrecer el mundo?
¡Tienes que renunciar, que renunciar! 
Esa es la sempiterna cantinela
que suena en los oídos de cualquiera,
y que, durante toda nuestra vida,
nos vuelve a cantar, ronca, a todas horas.
Al despertarme, siempre es con espanto;
querría derramar amargas lágrimas                                   Fausto
al ver el día que, en su curso entero,
no me realizará un solo deseo,
y hasta el presagio de una sola dicha
lo destruye con crítica implacable,
estorbando con mil burlas de vida
la creación en mi animado pecho.


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