sábado, 23 de julio de 2022

Wild elephants


 

En aquel hostal, tuve todo el tiempo la sensación de que las experiencias malas y buenas, convivían en un mismo recinto, mezcladas y rebeldes, sin distinción. Llegué a Bratislava por la tarde y a la aventura, como en muchos de mis viajes. Simplemente seguí a unas chicas que me cayeron bien, y allí fui a parar. Tenía un frío indescriptible, y no había tiempo para remilgos.

El primer día me recibieron como si fuera una inquilina residente, de esas que acompañan el empapelado amarillento debido al paso de los años, o que cocinan en la habitación en un hornillo a gas. El segundo día, me desapareció una bufanda que adoraba de la habitación que compartía con 10 o 15 personas más.  El tercer día, ya cuando me iba, me invitaron a tomar la sopa de ajo tradicional dentro de un pan, característica de la mayoría de los países del Este de Europa en fechas especiales, y a ver el árbol de Navidad, del que llevaban hablando todo el rato, a todas horas.

Aquel árbol, era el orgullo de la casa.

Para mi sorpresa, era un árbol sí, pero de hojas metálicas y espirituoso contenido.


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