sábado, 5 de noviembre de 2022

Jugando a buscar contrastes


 

Lo bueno de fotografiar, es que permite observar desde otra dimensión, pero no de manera sincrónica, sino, tiempo después. Pueden ser días, semanas, meses, o para esta foto en particular de una second hand de Kobe, años. Lo malo de fotografiar sería no obstante, perderse por completo en esa no sincronía. No vivir el momento como se merece.

Por eso no fotografío demasiado en comparación con otras personas que veo y que conozco.

Acabo de descubrir los escalones de la foto que saqué de esta tienda de la increíble ciudad japonesa en el 2009, y solo puedo recordar de dicho momento, la fugacidad. Que solo estuve en el país tres semanas cuando debería haberme ido a vivir (como pasa siempre), para poder apreciar sin prisas todos sus tesoros. Me gusta encontrar decadencias que en teoría tienen fama de ser propiamente chinas, en esquinas, suelos, techos, y otras arquitecturas aparentemente invisibles, de países que exhiben pulcritud y perfección.

Estos ladrillos como escalones, ¿son producto de una finalidad estética o de una carencia económica? Podría ser tanto una cosa como la otra. Pero el resultado es hermoso, con guiño  anarco/retropunk, común en ese país.

Recuerdo la ironía triste en las palabras de mis amigas japonesas cuando yo les hablaba de esa supuesta perfección: En Japón hay gente que vive en la calle.

La respuesta a aquel comentario, que no fue planteado como una pregunta, la descubrí en Tokio, cuando me encontré cara a cara con una mendiga japonesa muy mayor por primera vez. Yo cruzaba una calle y la miré. Ella estaba en la acera y me sonrió. Fue una sonrisa de flechazo, plena, de ojos más plenos todavía, como de madre que te pilla en medio de una aventura que sabe es crucial para ti, pero peligrosa.

 Qué suerte que de aquel instante, más corto que un instante en realidad, no hice la foto.





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