sábado, 31 de diciembre de 2022

La última reflexión del año

Boglárka Virág

                           Siguiendo el hilo de las tres entradas anteriores de este blog sobre los numerosos ecocidios que nos rodean, siendo el relacionado con las macroeólicas, crucial, abrazo esta explicación final de Hora a Momo. Solo añadiría dos categorías de criaturas además de los hombres grises y las flores horarias, porque es algo que me viene asaltando desde hace ya tiempo, y quisiera teclearlo ya: Los pajes de los hombres grises: aquellos que sin serlo propiamente, ayudan y colaboran para que la rueda expoliadora continúe girando, con comentarios del tipo: "No vas a cambiar el mundo por salir a manifestarte" o, (esta es buena, doy fe de que me la lanzó un amigo recientemente): "Si eres tan ecologista, no te tomes aviones". Lo cual equivale a decir "si eres bombera no asistas al San Juan", y que conste que no elegí esta comparación al azar, la elegí por aquello de "reducir", (¿conocerán los grises este verbo?) porque yo me tomo aviones cuando es estrictamente necesario, si no me es posible llegar al lugar en cuestión por otro medio. En idéntica lógica que a noite de San Xoan, que es una vez al año. Y luego hay otra categoría alejada por completo de los hombres grises y sus pajes, y muy cercana a las flores horarias: las abejas. Es decir, aquellas personas que no tienen la valentía de tantas y tantos activistas de dar la vida por los derechos humanos y de la misma Tierra, (porque como bien dice Michael Ende, aunque las maten, no mueren) pero cuidan de estas, de las flores, pues trabajan codo a codo, y jamás se les ocurriría atacarlas por un lado, mientras que paralelamente (como hacen los grises), se benefician de sus logros. 

Quisiera ser flor, pero moriría a gusto siendo como mínimo, abeja.


Has de saber, Momo, que también el mal tiene su secreto. No sé dónde guardan los hombres grises las flores horarias robadas. Sólo sé que las congelan mediante su propio frío, hasta que las flores se quedan rígidas como copas de cristal. Esto les impide volver. En algún lugar, bajo suelo, debe haber unos almacenes enormes, donde está todo el tiempo congelado. Pero ni aún así mueren las flores horarias.


                                                                                     Michael Ende

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