Podría haber probado suerte con el artículo que a continuación voy a escribir en algún medio, pero desistí. En primer lugar porque en el 90 por ciento de los casos, no me pagan por escribir, y ya me más que harté a estas alturas de mi vida. Y en segundo lugar, porque una película como La mesita, merece todos los honores y cero cortes, y nada mejor para ello (vuelvo a decir) que mi adorada bitácora. También aprovecho para manifestar mi sorpresa ante la falta de críticas de calidad sobre lo que para mí ha pasado a ser una joya de arte del cine de terror no solo español (o específicamente catalán), sino en general. No solo del año 2022 en que fue concebida, sino de la Historia del cine con mayúsculas.
Eso sí, lo que voy a contar es spolier al cien por ciento, por lo que aconsejo a quien vaya a leer esto, que no lo lea si todavía no la vio, pero si le gusta el spolier, ya cambia la cosa. Otro detalle que me llamó la atención y ya paso a ir al grano, es que a Stephen King le pareció "divertidísima". Qué cosas tienes Stephen. Si bien La mesita tiene algo de comedia negra, creo que este género se le queda muy corto. Lo bueno de la película es que es totalmente inclasificable, totalmente única en su ámbito.
La trama es muy sencilla, casi diría que trivial: Una pareja con un bebé, decide comprar una mesita de comedor, y a partir de ahí, su destino cambia de un día para otro de la manera más triste y espeluznante. Ella, no por casualidad llamada María (Estefanía de los Santos), y él, no por casualidad llamado Jesús (David Pareja), parecen enfrentar una especie de crisis matrimonial. La película en todo sentido es turbia y como poco definida, tanto desde el punto de vista de cómo está filmada, (de manera nerviosa, oscura, nada nítida o lineal), como en la actuación y argumento en sí. Nos hallamos ante una historia que es trágica desde que aparece el objeto (la mesita). Es más, el objeto pasa a dominarlo todo, como en los mejores cuentos rusos del siglo XIX. Esto de por sí, es una rareza en el cine español. Es decir, él principalmente desea esa mesita, por más que ella la ve espantosa. ¿Pero quién iría a pensar que la mesita también desearía lo que jamás hubiéramos imaginado? El poder de los objetos es algo de lo que se habla muy poco. Solo me viene a la cabeza alguien que lo hace con magia inigualable: Donna Haraway. Y es realmente de admirar que el director Caye Casas, se haya centrado en esto y haya sido tan original en la manera, en la forma en que cuenta una historia repito tristísima, centrada en un argumento sencillo y banal. Los elementos religiosos aparecen por doquier. Se trata de un catolicismo inyectado que tenemos las y los de nuestras generaciones españolas. Las actuaciones no pueden ser mejores, y la banda sonora realizada enteramente por Bambikina, magistral. Es una película donde la tensión aparece desde el minuto uno. En pocas palabras: cuando María va al supermercado a comprar vino para la cena, pues tenían gente invitada en casa, y Jesús se queda solo con el bebé, por la forma en que lo acuna y el simple visionado de la horrible mesa, puro ángulo de peligroso cristal, sabemos que va a pasar lo peor. Pero no lo vemos directamente. Otra de la genialidad de esta obra, es que no muestra directamente, como suele ocurrir en el cine de terror. Nos enteramos de que el bebé se le cae de las manos al padre y se estrella contra la mesita, simplemente contemplando la puerta de entrada al maldito comedor donde esto ocurre.
A partir de aquí, el tono sube hasta un punto insoportable, donde no recuerdo haberme comido tanto las uñas en mi vida. María llega, y Jesús decide ocultarle lo que ocurrió. Como que le viene una locura bizarra de golpe que no podría ser mejor interpretada. Comienza a sudar y a limpiar todo de modo frenético. Lo que busca es extender el horroroso desenlace el máximo tiempo posible, e intentar hacer como si nada. Como el que succiona hasta el último segundo de vida antes de sentarse a la silla eléctrica. Si Caye Casas mató a Dios en su película anterior (que no vi pero muero de ganas), en esta peli mata al resto de la trilogía, o como se diga. Supongo que el nombre del bebé importa y mucho. Se llama Cayetanín. Leí por ahí que no nos olvidaremos de este nombre jamás. Alta verdad. Y como acotación un poco al margen, me pregunto si los Javis de la serie también catalana La Mesías, habrán visto esta peli y será una influencia. Probablemente sí. Hay también una perspectiva feminista en el argumento, para nada panfleto. Se trata de un feminismo primario de fondo donde la protagonista, podríamos interpretar que es un símbolo de lo que significa morir por amor maternal. Ella ama al bebé más que a nadie en el mundo (dicho por ella misma en el medio de la cena), mientras que él es hombre, por lo tanto ama primero a su pareja más que a nadie en el mundo (dicho por él mismo en el medio de la cena). Digamos que Caye coloca en María una ética más elevada, más valiente. Si bien sentimos lástima por Jesús, por la terrible situación que provocó debido a su torpeza, y a la vez empatizamos porque las tragedias domésticas son lo que son: ridículas, y le podría ocurrir a cualquiera, es María la verdadera heroína de la historia.
No es alguien a quien admirar ni mucho menos, pues incluso cae hasta mal con cierta grosería y rudeza que la caracteriza. Pero incluso este detalle le confiere un extra de realismo a la obra. No es perfecta, pero no por ello deja de ser heroína. No quisiera irme por las ramas, pero es que no recuerdo haber visto otra película antes donde sabes desde que ocurre lo que ocurrió, que la única solución a tanto horror es el suicidio. Añadir también que cuando asoma en escena el gore, nunca es un gore cutre y sangriento. Todo lo contrario. Si bien hay sangre, nunca (doy gracias) alcanzamos a ver la cabecita del bebé decapitado por el cristal debajo del sillón. Algo que tanto Jesús como uno de los invitados a la cena (su hermano), se empeñan en ocultar sin éxito hasta casi el último momento.
Es decir, el director atraviesa el límite con una elegancia y filosofía ejemplar. Una rareza en el cine, insisto. Una rareza también haber tenido la sagacidad de dar vuelta hasta un mito griego. No digo que lo haya hecho a conciencia, quizá no. Pero cuando finalmente (no sé cómo), María logra coger la cabecita de Cayetanín y en un desgarro del mayor de los dolores visto en pantalla, salta por el balcón (tampoco lo llegamos a ver), pensé en Hécuba que al enterarse de que su marido mató a su bebé, mató en venganza a su marido. No, aquí no ocurre tal cosa porque parece existir la cuerda del amor en esta pareja todavía. Este es uno de los elementos que a mi juicio sostiene la película. El amor de la pareja y el INFINITO amor hacia el bebé de una madre y un padre que le habían preparado su cuarto al mejor estilo de los años 80, (qué emoción ver la caja de los juegos reunidos en la estantería), es lo que impide un desenlace todavía más horripilante e inevitable del que ya es. No nos olvidemos de que fue un accidente. De algún modo en cierto manera aliviador, esto también salva un final que podría haber sido mucho más terrible todavía, vuelvo a recalcar. Y qué más deciros. Que La mesita es una película que te aseguro nunca vas a olvidar. En lo que respecta a mí, ya es parte de mi organismo. Y no puedo afirmar esto de la mayoría de las películas. Pero de unas 25/50 sí.
No quisiera terminar sin el final de un poema maravilloso: La última noche. En este caso de la gran poeta Laia López, por aquello de que el único cabrón en la gran mayoría de las catástrofes, es el mismo universo fortuito, fortuito que nos corre entre las venas:
No hay más preguntas, porque
ninguna merece ser respondida.
Desde cualquier ángulo,
se ilumina un paisaje vasto,
sin unicornios, sin las hebras
de luz que, tal vez, algún
día se soñó que podían existir.
No existen.
El amor congela, dice una.
Ha pasado el mundo.
Con la turba pulcritud
de un rayo.
Ha pasado, manso y terrible,
el mundo, como un
animal de carga,
con su triste vocación de final...
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