lunes, 21 de agosto de 2023

El único recuerdo amargo de Gijón

Cimavilla

 

Claro que sigo pensando que viajar, realmente, es vivir como mínimo medio año o casi en una ciudad, pueblo o aldea. Pero desde esta perspectiva, sería prácticamente imposible conocer mucho mundo. Entonces, nos acercamos al problema, en el que solemos caer: Nos trasladamos a un lugar por menos tiempo con tal de pisarlo. Con muchísima suerte, unos cuantos meses, con una suerte moderada, un mes. Para luego ya con tal de movernos, irnos por unas semanas o unos días que terminan ocasionando más estrés que otra cosa.

Porque no siempre, para nuestra desgracia, contamos con proyectos y estadías pagadas cuando viajamos por trabajo. O no siempre nuestras amistades y familiares nos abren las puertas de su casa. Ojalá así fuera, pero no. Y cualquiera de nosotras termina durmiendo donde si pudiera, no dormiría: El hotel o habitación pagada, el Airbnb, el piso turístico... Intento evitarlos, pero cedo.  Aunque tengo que reconocer con cierta vergüenza que hay una impersonalidad aséptica en la habitación de hotel que cada tanto necesito. Una limpieza esmerada y en teoría una especie de paz rara que mi cuerpo y mi cabeza me imploran. También la divina soledad monjil. Cuando la habitación es individual, obvio. Creo que tiene algo que ver con lo que me parece (invento, porque no tengo diagnóstico de esto) podría ser obsesión maníaco-compulsiva. De todos modos, esta costumbre no es algo que me enorgullezca, porque no me gusta lo que representa. Por eso, hace poco, y gracias a mi querida amiga Sílvia Font me hice couchsurfer. Es una plataforma interesante, la recomiendo.

Se trata de una buena alternativa a todo lo anterior.  En mi caso, no obtuve estadía porque mi hipotético anfitrión no tenía sitio durante los días señalados. Pero hizo de guía de la mañana a la noche, con viaje incluido para mí y dos viajeros de Irán. Todo de forma gratuita.  Y a lugares que de otra manera, hubiera sido imposible ir por lo inaccesible. Paisajes que de tan fascinantes, entran en la categoría del sueño o pesadilla de la buena.

La satisfacción de no tener que pagar para todo es inmensa. Estoy deseando que él venga a la Coru para cocinarle (es lo que le ofrecí en el trueque y aceptó de buena gana). Aunque, ¿cocinarle de la mañana a la noche? Bastante agotador. Quizá podría organizarlo así:

-Una mañana de compra conjunta en el mercado de la Plaza de Lugo.

-Cocina en casa a mi cargo, aunque él podría colaborar como pinche.

-Degustación de la comida y café.

-Invitación a cenar a un Furancho. 

Todo a cuenta de la casa, que el trueque, es el trueque.

No hay comentarios:

Publicar un comentario