lunes, 8 de junio de 2020

Participa en Mayday, 69 poemas de rescate



Aquí seguimos, firmes con nuestra campaña de financiación para una Antología de poesía social con 14 poetas de todo el mundo: Mayday. 69 poemas de rescate.

Debemos conseguir el objetivo en la MEDIA HORA que nos queda. ¡¡Crucial que tengáis claro que no son donaciones, es un pago por adelantado de un libro que si todo va sobre ruedas, lo podremos entregar en pocos meses!!

ESTE ES EL ENLACE de la campaña para que os podáis hacer con un ejemplar.

¡¡Os agradecería infinito la difusión!! ¡¡Miles de gracias!!
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Es el proyecto de publicación que más me ha ilusionado hasta la fecha por varios motivos:
  • Mi estreno con el crowdfunding/VERKAMI, que pinta ser una muy buena experiencia, totalmente recomendable y autogestionada al 100 por ciento.
  • Que es un proyecto colectivo. Si bien yo lo coordino y participo con cuatro poemas y las traducciones; el protagonismo se lo llevan las 13 poetas restantes que escriben bajo un lema que representa un tipo de vulneración de derechos. Caso de Cuerpo (Horacio Cavallo/Uruguay) quien aborda el tráfico humano.
  • Que son tiempos desoladores y por esto mismo, no hay que dejar de lado todas las otras dañinas pandemias que desgraciadamente están monopolizadas por esa que todos conocemos.
  • Que comenzamos en mayo del 2014 (de ahí el nombre: Mayday). Hace exactamente seis años. Sí, es una enormidad de tiempo, pero han ocurrido sucesos terribles por el camino. Desde la desvinculación de algunas poetas, y el consecuente estancamiento del proyecto, hasta algunas muertes que todavía no he podido procesar, como la de mi hermano Flavio y la de Jeanne Sosa quien participa con su lema Trans también desde Uruguay. Decidió quitarse la vida en el 2016 como ocurre en un porcentaje altísimo de las poblaciones trans debido a la gran lacra de la transfobiaLa Antología por este motivo está dedicada a ella.

jueves, 14 de mayo de 2020

La certeza y el desconocimiento



La certeza y el desconocimiento

Me habita el desconocimiento, habitado a su vez por la única certeza, universal: alguien me protege y exige sumisión desde la verdad última, sabedor de unos conocimientos a los que no tengo acceso. Pero vela por mi bien. Me encuentro en una situación que no me explico, inexplicable según argumentan quienes me administran la información. Y convierten la información en norma: disciplina: aislamiento: obediencia. Por mi bien y por el bien de mi vecino y de la humanidad. Cualquier respuesta disidente del modelo es criminalizada y penalizada como corresponde.
La única certeza es una imagen, la omnipresencia de los poderes fácticos que administrarán mi vida y cuidarán de ella en los días por venir. No tengo acceso a nadie que sepa nada, a excepción del espectáculo en la tele, que interpreta la realidad por mí.

Hay una única fuente de información certera: la oficial, que es el poder oficial de meter miedo: la pandemia. Y lo que queda fuera son un batiburrillo de bulos. Hay una única situación que me compete y a la que se me apela: la disciplina. El ejército ocupa las calles y las noticias por mi bien ante el enemigo universal, aséptico y neutral: un virus pande, invisible, contra el que los ejércitos actúan con fumigadores. ¡Menos mal que tenemos ejércitos! ¡Menos mal que tenemos hombres!

(Solo he visto a las mujeres en tv en labores de estricta limpieza, bayeta en mano).

La salud ante todo. Y ante la enfermedad, ajena a las políticas, según se nos administra informativamente, todos a una. Todos son algunos, porque la mitad se cae del curro, del hospital, de la seguridad social, del paro, del trabajo interno, de los papeles, de la extranjería, de la sexualidad, hasta del wifi… Esos que no llegan, se quedan ya en el segundo infierno (el de los que no tuvieron cuidado) al que nadie quiere llegar y del que resultará cada vez más difícil salir.


Aunque soy contraria al binarismo, mi mente, asimilada a la simplificación que me rodea, por simplificar, también, en estos momentos iniciales, y, como hipótesis de partida, me dice que los escenarios son dos: que quienes deberían de saber no saben nada, o que lo saben todo.
En el primero, resulta que quienes nos parece que deberían detentar el poder de solventar la situación y haber previsto, están al albur de lo que pase, con una improvisación tan enorme que, realmente, quede manifiesto lo lábil de este sistema: todo lo sólido se desvanece en el aire. Se para el mundo y se disparan mecánicamente los resortes, a ver qué pasa. La primera consecuencia es contribuir, con su ineficacia a consolidar los aparatos más radicalmente fácticos, los más elementales: callar y obedecer. Y, de paso también, a sacar partido del río revuelto afirmando soluciones simples que todo dios pueda entender, aunque no sean ciertas, pero con cara dura firme. (La gente es dúctil, y está colonizada para anhelar la seguridad que da el contrato de cumplir con sus deberes, aunque sea a duras penas).

Con poquito que les digas regalas sus oídos. Y, ya, por qué no, aprovecharse de que un asunto así lo tapa todo. Refuerza la autoridad, nadie cuestiona.

En el segundo escenario, ellos lo saben todo y no nos dicen nada. Si esto es así, colega, agárrate, porque somos un laboratorio más para los impresionantes escenarios que se nos avecinan.

En cualquiera de las dos situaciones aquí va la respuesta: como en el laboratorio de Wuhan somos el virus que ya existía, y ha sido descubierto: el que se va a escapar de su control diseminándose, inoculando el pinche mundo.

Josebe Martínez
UPV/EHU

Nota de la administradora del blog: Esta es una de las primeras reflexiones que Josebe escribió  pocos días después de declararse el Estado de Alarma, a mediados de marzo. Ha ido elaborando más, que suponemos pueden ser distintas (o no). Dependientes un poco de sus días ante este duro confinamiento, de la (des)evolución de la pandemia, y de la realidad misma que cada vez se nos antoja como ella bien dice, más pinche.

domingo, 19 de enero de 2020

¿Nuevo año, nueva vida?

Praga

                                     



Urte berria, bizitza berria?