sábado, 31 de octubre de 2015

Taurofóbica


en tradición sangrienta y taurofílica en pasión animal.
O la deseada extinción del toreo por la insurgencia del toro.

Madrid is dead...   Spain is dead...

jueves, 29 de octubre de 2015

Superar exige asumir

Superar exige asumir, no pasar página o echar en el olvido.  En el caso de una tragedia requiere, inexcusablemente, la labor del duelo, que es del todo independiente de que haya o no reconciliación y perdón. En España no se ha cumplido con  el duelo, que es, entre otras cosas, el reconocimiento público de que algo es trágico y, sobre todo, de que es irreparable. Por el contrario, se festeja una vez y otra, en la relativa normalidad adquirida, la confusión entre el que algo sea ya materia de historia y el que no lo sea aún, y en cierto modo para siempre, de vida y ausencia de vida.  El duelo no es ni siquiera cuestión de recuerdo: no corresponde al momento en que uno recuerda a un muerto, un recuerdo que puede ser doloroso o consolador, sino a aquel en que se patentiza su ausencia definitiva. Es hacer nuestra la existencia de un vacío.

                    Carlos Piera

domingo, 25 de octubre de 2015

Nuevos contornos para la vieja patología



La mofa, que se desliza suave, ligeramente...
y se come de un solo bocado tu ser anacrónico.

O la tabla de surf colgada, intacta, 
en la casa de arena que nunca vio el agua.

La última ONG adquirida por Nestlé...

Pero entonces siempre aparece el que saca su cabeza de la col
mientras sonríe con risa quemada
 y todavía tiene esperanza.
Dice que las causas jamás serán vendidas
 y aguanta con valor el estornudo del insecticida.

Y claro que cerrarás con fuerza los ojos cuando las parejas
 de chico y chica avancen,
como zombis
que hace mucho vomitaron la bilis
de sus últimos sueños
dejando la baba impregnada en el camino, 
como huella del punk que perdieron para siempre.

Para siempre.

Mirarán atrás, porque es su prole.
Una prole inmensa la que lentamente, también...avanza.

domingo, 18 de octubre de 2015

La verdad que te busca

Pontevedra




Ese rostro, ese cuerpo de pie frente a él
lo fue todo en momentos tan sólidos como
las agujas del reloj cuando de repente se paran. 
Aunque en su vida había visto a aquella mujer
tan parecida a sí mismo,
sus ojos le decían que sabía a quién buscaba.
 Que ese alguien era la madre de ella
                              y la madre de él
Que había muerto.

El hombre entonces sintió que la verdad antigua
se consumía, pero que algo muy poderoso
brotaba de las cenizas brillantes. 
 Algo increíblemente cercano,
que ahora ocupaba su lugar.

lunes, 12 de octubre de 2015

Correr, correr



Y entonces comprendes también la mueca de tus amigos que han emigrado, que vuelven de Milán o de Padua y no saben en qué te has convertido.
Te miran de arriba abajo para tratar de calcular tu peso específico e intuir si eres un chiachiello, una calamidad, o un bbuono, un hombre de recursos.  Un fracaso o un camorrista.  Y ante la bifurcación de los caminos, sabes cuál estás recorriendo y no ves nada bueno al final del recorrido.

Volví a casa, pero fui incapaz de estarme quieto.  Bajé y me puse a correr, deprisa, cada vez más deprisa, las rodillas se torcían, los talones golpeteaban los glúteos, los brazos parecían descoyuntados y se agitaban como los de una marioneta.  Correr, correr, seguir corriendo.  El corazón se desbocaba, en la boca la saliva anegaba la lengua e inundaba los dientes.  Notaba que la sangre hinchaba la carótida, reposaba en el pecho; estaba sin aliento, aspiré por la nariz todo el aire posible y lo expulsé inmediatamente como un toro.  Eché de nuevo a correr, con los ojos cerrados, con la sensación de tener las manos heladas y la cara ardiendo.  Me parecía que toda aquella sangre vista en el suelo, perdida como un grifo pasado de rosca, la había recuperado yo, la sentía en mi cuerpo.

Por fin llegué al mar.  Salté a las rocas, la oscuridad estaba impregnada de neblina, no se veían ni los faros de las embarcaciones que navegan por el golfo.  El mar se encrespaba, empezaron a levantarse algunas olas, parecían no querer tocar el cieno del rompiente, pero tampoco volvían al remolino lejano de alta mar.  Permanecen inmóviles en el vaivén del agua, resisten obstinadas en una imposible fijeza agarrándose a su cresta de espuma. Paradas, sin saber dónde el mar todavía es mar...



miércoles, 7 de octubre de 2015

La mujer de la blusa blanca

Andrea Latorre
Era una formidable araña de hierro que llegaba hasta el techo.

No era amenazante, era soberana.

Era grande y sin embargo ligera.


Recuerdo una sensación de placer al sentir la seguridad con la que un puñado de barras viejas y un artefacto para mezclar cemento, mediante unos puntos de soldadura se habían transformado en un figura de irreductible presencia: la araña.

En realidad, no sería capaz de recordar con certeza los detalles, sólo sé que daba lugar - mucho lugar - al hecho araña.

¿Por qué la gente tiene manía a las arañas?

Son hermosas.  A veces veo alguna diminuta de color arena recorrer una almohada o encuentro una de patas largas en la travesía de un chal o las sorprendo que no saben salir de la bañera. Las saco y llevo a la ventana.

¡Tejed, tejed hermanas!

Aracne, la que teje, la del hilo largo...                               Eva Lootz