sábado, 31 de diciembre de 2016
I began to get angry
I began to get angry and wondered why some people are so afraid of
the power of the mind and of thought. Why did they think that
sending the brightest young people in China to military training
camps would be good for them, or for the country? How silly, I
thought. And I also considered that some people just don't
understand that the journey of the mind is never deterred by
physical hardship. In fact, probably, just the opposite. The more
people suffer, the more they search for answers. My heart felt the
weight of a profound sadness. Camps and mass rehabilitations had
been the trademark of the Cultural Revolution. Now, twenty-five
years after it had ended, people were still being marched to these
camps to be 'educated'.
Diane Wei Liang
Lake with no name
jueves, 29 de diciembre de 2016
Antros del amor callado
Guaridas de no retorno
donde tiembla el tiempo entre los pliegos
cuántas veces deseé ser eso, simplemente el olor oculto
del libro usado
que rasguña capilares neuronales y sacude todas las papilas
allí dentro. Allí al fondo. Casi una cuestión de hormonas,
de onanismo incluso. Elevado a ese punto donde se estira
el grito no emitido, el del máximo placer.
El grito sordo que provoca el trueno del lenguaje condensado
en bacanal y eternidad
Cobijo de borrachos quisiera que fuerais también, librerías.
Para cuando, al levantar la cabeza de la hoja, comprobar
el sentido, la congruencia.
Y así, mientras deliro lo imposible y me hundo en vosotras, cuevas de tantos mundos, tan ostentosamente posibles,
acaricio la mancha, la marca, la fecha. La firma.
Esa vida que alguna vez amó este libro,
y yo reviví.
lunes, 26 de diciembre de 2016
La noche vierte
jueves, 22 de diciembre de 2016
Un dictador nunca será un ex
Un expresidente siempre será un expresidente; un dictador nunca será un ex.
(Porque se nos quedó adentro).
sábado, 17 de diciembre de 2016
So many just like you
viernes, 9 de diciembre de 2016
Lélek
Cortesía de Zaida Fernández |
Un relato poético de los que me gustan a mí, con un pie aquí y otro allá, escrito por Krisztián Réfi, un autor húngaro de tan solo 18 años participante del taller de creación narrativa que imparto de forma itinerante en su país desde hace unos cuantos meses. Krisztián promete, por su forma humanitaria de configurar el horror. Aunque no sea precisamente "humanitario" el concepto exacto que lo define. También es afortunado por la apabullante poesía que contiene su idioma, del cual en ocasiones realiza traducciones literales para llevar al español que ya domina. Tales trasplantes son insustituibles. Alguien que denomina al cuerpo "domicilio natural" tendrá siempre, siempre a las letras de su lado.
Y sobre el título, hermosa palabra cuyo significado es alma.
Lélek
Como flotando en el océano de la nada, notó un cuerpo acostado abajo de él. Tenía un deseo fuerte de tocarle pero no se podía mover. Por alguna razón sentía este cuerpo suyo e intentó moverse otra vez con desesperación. Un médico apareció de repente para chequear el pulso del cuerpo. Había una máquina instalada al lado de la cama en que el mismo estaba estacionado. El doctor continuó tocando el cuello del paciente buscando el pulso por unos segundos más. Retiró la mano y salió de la habitación. Entonces, él se encontró solo allí nuevamente mirando al cuerpo, intentando ocuparlo. Esta vez se movió, fue capaz de volar hacia la cama. A pesar de todos los esfuerzos, no pudo entrar en él. Había una pared invisible que no le dejaba acercarse a su domicilio natural. La desesperación aumentaba y aumentaba dentro de él y una emoción asfixiante inundaba su espíritu poco a poco. La puerta se abrió y el médico regresó con una enfermera. El doctor escribió algo en un papel mientras que la mujer apagaba la máquina conectada al cuerpo. En ese momento un soplido de aire helado congeló su alma (su „lélek”) dejándolo temblando de frío.
La tristeza y el miedo relevaron a su desesperación, trayendo la oscuridad de lo desconocido.
Minutos o quizás horas pasaron hasta que la oscuridad se descompuso. Vio al médico nuevamente, ahora estaba poniendo una cubierta encima del cuerpo, después lo empujó fuera de la habitación. Él salió también flotando al lado de la cama. Fueron a través de innumerables corredores y al final llegaron a una sala con un texto en la puerta que decía ’CREMATORIO’. El lugar emitía el sabor de la muerte, el calor del fin eternal. El doctor abrió la puerta y entró con el cuerpo. Los hornos trabajaban sin descanso quemando docenas de muertos. La sala estaba llena de gritos, los gritos de los fallecidos. Estos no se oían en el mundo material pero él oía cada uno de ellos perfectamente. Ya estaba en otro mundo, otra realidad, el más allá. Era otra dimensión que ni el médico, ni la enfermera, ni nadie comprendía. Fue entonces cuando entendió que no estaba vivo. Él había muerto.
domingo, 4 de diciembre de 2016
Ni la ciencia ni la magia
Ni la ciencia ni la magia pueden vencer al dolor. No sin apagar mi intelecto, y yo no deseo eso. Por alguna razón, sospecho que la Muerte no es más que un paso a otra existencia en la que no hay que cargar con el cuerpo. Algunas personas ni siquiera se dan cuenta de que mueren. No me preocupa enterarme, siempre que cese el dolor. Por tanto, mi voluntad lo facilita, y estoy preparado para abandonar la vida...
Anthony Piers
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